En recuerdo de Mary Daly
Mary Daly, doctora en teología y en filosofía, pionera del feminismo radical y de la teología feminista con su obra ‘La Iglesia y el segundo sexo’ (1968) ha muerto a la edad de 81 años tras dos años de enfermedad. Coincidí con ella sólo una vez, mientras estudiaba a los EEUU. Debía de ser el año 1995. Entonces Daly todavía era profesora en el Boston College y vino a la facultad de teología de Harvard a hacer una conferencia. Yo ya hacía un año que estudiaba en esta institución y estaba abrumada por la coraza políticamente correcta que había encontrado. La conferencia de Daly fue una bocanada de aire fresco, un momento epifánico tan sencillo y limpio como ella misma.
Daly era más bien bajita, con el aspecto de una señora amable e inofensiva hasta que empezaba a hablar. Recuerdo que me fijé incrédula en sus botas de vaquero con ornamentos metálicos mientras la oía hablar de las vibraciones en forma de serpiente que conectan el público con la conferenciante o los alumnos con la profesora y en general a todos quienes mantienen una conversación. Yo las he sentido y las he visto muchas veces, estas serpientes. A veces las experimento como una telaraña que me envuelve hasta limitar el movimiento y la vista, y otras veces son verdaderos rayos de luz que danzando y como si nada descubren alturas y abismos donde todo parecía plano.
Mary Daly era una filósofa-poeta. Denominarla filósofa-poeta es una redundancia, puesto que para ser profesora de filosofía no hace falta la poesía pero no se puede ser filósofa sin ella. Mary Daly amaba la palabra y admiraba su capacidad de crear mundos sin caer nunca en el subjetivismo, sin perder nunca el contacto con el mundo material y su consistencia. Creo que es en la contraportada de ‘Pure Lust’, que Daly aparece acariciando una gata negra, riendo, apoyada en un tronco de árbol y con el dedo claramente señalando a la tierra, como Aristóteles en el famoso cuadro de Rafael. Como ella, yo también me he emocionado con la novedad que representa Aristóteles en el mundo clásico y Tomás de Aquino en el mundo medieval. Creo que esta novedad contiene el núcleo duro del denominado pensamiento occidental e incluye la dignidad de aquello que es material y el anti-espiritualismo. Incluye la dignidad del cuerpo y se concreta en el respeto por los cuerpos de las mujeres. Respeto básico, fundamental, que es la asignatura pendiente de cada generación, también en nuestro siglo XXI. Respeto sin el cual no es posible el respeto a los cuerpos y al trabajo de los niños, de los subalternos, de los inmigrantes, de los pobres. Sin el cual no sería posible la justicia social y sería mentira lo que proclamamos en la Eucaristía: que Dios mismo tiene un cuerpo del cual formamos parte sin exclusiones ni subordinaciones de ninguna clase y que es en este cuerpo y en sus heridas que estamos escribiendo nuestra historia.
Vicepresidenta de la ESWTR
7 Enero 2010